La falacia de la histeria femenina



Pellizcadme y decidme que lo que estoy leyendo no es cierto. El otro día, una compañera me contaba, preparando un proyecto sobre economía feminista, que escuchaba, sobre todo en entornos laborales, cómo nos tachaban de histéricas. '¡Esta es una histérica!' ¿Os suena? A veces va acompañado de 'seguro que tiene la regla' o 'eres una malfollada'.

Rastreando por Internet sobre la histeria me encuentro de bruces con una plataforma de moda (inviptus.com) que me provocó complejo de niña del exorcista, empecé a convulsionar y los ojos se volvieron incandescentes: "10 características de una mujer histérica", titulaba. Y a continuación enumeraba todos los "síntomas", una lista que además servía de termómetro para autodiagnosticarnos. ¡Toma castaña!

"Irascibles, controladoras, vulnerables, dominantes, seductoras... Se prenden tan rápido como la mecha de una cerilla. ¿Quieres saber cuánto tienes -o cuánto no- de histeria?", decía la introducción del texto. Pinchad aquí si queréis repasar todos los puntos.

No sabría con qué apartado quedarme, si con "sufrida y contradictoria" o "le atraen las personalidades dominantes y difíciles". El párrafo final da la clave: "La histeria ha de tratarse con un profesional adecuadamente formado y con experiencia en estos temas. Se trata de un trastorno de la personalidad que no ha de tomarse a la ligera ni en broma, pese a que a la mayoría de las mujeres nos tachan de histéricas en cuanto tenemos algún 'arranque' de enfado. No hemos de trivializar este tema jamás, pues su origen es profundo y requiere de paciencia y tratamiento". ¿Cómo os quedáis?

Como no tenía suficiente con la primera parte de la niña del exorcista, mis ataques 'de histeria' continuaron en una segunda entrega con otra publicación que enlazaba con el anterior artículo: "Los 11 tipos de mujeres que existen según los hombres". En definitiva, una guía para clasificarnos. A ver qué os parece (preguntan). La introducción no tiene desperdicio: "¿Acaso no les encantaría poder tener un manual para saber cómo pensamos y razonamos?"

Según esta clasificación tengo dudas. No sé si soy más histérica que maniática, o adicta a las redes sociales, o puede que sea un poquillo 'la mujer perfecta': "Te escucha, es atenta, no es celosa... Parece difícil de encontrar, pero al final la diferencia reside en que es una mujer con una parte de todas las anteriormente nombradas, pero perfectamente equilibrada. ¡Y eso te encanta!" ¡¡¡Bingo!!!

Qué organizadito es el patriarcado, tiene hasta listas, catálogos y clasificaciones para "poder comprendernos".

Volvamos a la histeria, mencionada en la clasificación: "La histérica: Si alguien tiene la capacidad de volverte loco (y no en el buen sentido) es ella. Se estresa por todo y se trae los problemas del trabajo a casa. Cualquier excusa es buena para discutir. Deja cero espacio a la improvisación porque hacer algo 'sin haberlo planificado antes' puede suponer mucho riesgo".

Pero, ¿de dónde viene todo esto de la histeria? La palabra histeria proviene del griego hystear, que significa útero y hacía referencia a los problemas relacionados con este órgano. Y será el "gran culpable" de todos nuestros males, llevándonos a la locura. Tanto es así, que "durante la segunda mitad del siglo XIX se utilizaron técnicas ginecológicas de cirugía (la extirpación del clítoris o de los ovarios o las cauterizaciones) para tratar y curar "trastornos mentales" femeninos como la histeria, la masturbación o la ninfomanía", señalan las profesoras Silvia García y Eulalia Pérez en su libro Las 'mentiras' científicas sobre las mujeres.

Y como la filosofía también estaba de nuestra parte, tenemos a Hipócrates y Platón afirmando que la histeria, la enfermedad mental femenina estrella, "era provocada por el útero errante". Vamos, un útero que viajaba por nuestro cuerpo para hacer el mal, provocando enfermedades mortales. Pero, tranquilas, que los hombres encontraron, procurando nuestro bien, la solución a estos vaivenes. 

García Dauder y Pérez Sedeño explican en su obra los métodos que utilizaban los hombres para "curarnos". Hablan de la "cura de reposo" o "la técnica de curación por autoridad". Consistía en el "vacío mental", la pérdida de autonomía y vida intelectual, para limpiarnos de cualquier "pensamiento pertubador". La mujer regresaba a la infancia, permanecía en cama y aislada, obedeciendo las indicaciones paternalistas de los hombres (que velaban por nuestra paz y tranquilidad). Por supuesto, "las autoridades científicas y religiosas apoyaban la nueva familia de clase media afirmando que su estructura estaba bíblicamente y biológicamente predeterminada". 

¡Sorpresa! Porque las mujeres que más reposo y tratamientos necesitaban eran escritoras, filósofas, sociólogas o defensoras de los derechos de las mujeres: "Trasgredir los roles conducía irremediablemente a la enfermedad física (solo de los órganos reproductivos) y mental". Lectura obligada: The Yellow Wallpaper, de Charlotte Perkins Gilman. 

Y si pensabais que ya lo habíais visto todo, llega el turno de Freud y el psicoanálisis. Las mujeres con interés por la educación, el trabajo, la justicia social o cualquier otra reivindicación feminista eran diagnosticadas de "envidia de pene". Por resumir, "nuestro deseo de tener pene" era la causa de "nuestra rebeldía". 

Todas aquellas acciones e ideas (orientación sexual, comportamientos, pensamientos o apariencia) que no se ajustaran al rol de género, constituían un diagnóstico claro de enfermedad mental. Había que legitimar el "status quo", y tratarnos de "enfermas" era el mejor de los remedios (para controlarnos), aunque fuera una invención.

Podéis pensar que esto es de otro siglo, de otro tiempo, pero el DSM-III (1980), según citan las profesoras, señala que "el trastorno de personalidad histérica [...] seguía describiendo una feminidad exagerada, refiriéndose a mujeres seductoras, preocupadas por su atractivos físico, interesadas en controlar el sexo opuesto y en entrar en relaciones de dependencia demandando constantemente seguridad, aprobación o halagos".  

Y ya en el siglo XXI, ¿cuántas veces nos han tachado de histéricas, de difíciles, de piradas, de depresivas? En nuestro día a día, tenemos que escuchar comentarios que cuestionan nuestra salud mental: si te quejas, si discutes, si te enfadas, si defiendes un argumento, si levantas la voz, si no te callas, si eres reivindicativa, si llevas la contraria, si sientes rabia, si te sales del rol preestablecido.

Volviendo a la definición (versión siglo XXI) de "mujer histérica" de la plataforma online del inicio: "temerosas e inseguras, se encienden tan rápido como una cerilla, seductoras, meticulosas y 'cuadriculadas', fantasiosas, sufrida y contradictoria, vulnerables, dominante, le atraen las personalidades dominantes y difíciles, y poco sexuales". 

¿Jugamos a las diferencias? Mira que nos hemos remontado a Platón. 

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