Mi cuerpo, mi territorio

Nuestro cuerpo, el de las mujeres, ¿es nuestro? Y si no es nuestro, ¿de quién es? ¿Por qué el cuerpo de la mujer tiene un precio? Me lo pregunto porque todo el mundo opina sobre nuestro cuerpo, como si no nos perteneciera, incluso no les basta de palabra, también lo hacen por escrito, regulándolo en leyes, institucionalizándolo, normalizándolo.  

Nos dicen que podemos prostituirnos, nos dicen cuándo podemos parir, nos dicen cómo gustar, nos dicen cuándo podemos sentir placer, nos dicen cómo hay que comportarse para no ser violadas, para no ser maltratadas. Y para colmo nos dicen también que "somos libres", qué forma más cínica de legitimar la desigualdad. 

Sí, yo también he dudado, lo he dado muchas vueltas. He pensado sobre ello y me he hecho mil preguntas. Pensaba, bueno, yo con mi cuerpo hago lo que quiero, soy libre, ¿no? Lo cierto es que me creía la patraña patriarcal: yo decido si quiero desnudarme, yo decido si quiero presentarme a reina de las fiestas, yo decido si quiero depilarme, yo decido si quiero maquillarme, yo decido si quiero alquilar mi útero, yo decido si quiero ser puta...

Vaya lío, ¿verdad? Entonces, si soy libre... ¿cuál es el problema? Pues que la libertad que creemos tener es fruto del patriarcado neoliberal. Una trampa. Por eso es importante mirar más allá. Chicas, el patriarcado nos ha convertido en mercancía. La feminista y filósofa Ana de Miguel sostiene que "muchas de las decisiones que creemos tomar libremente no son tales. ¿Realmente una mujer elige dejar su trabajo para dedicarse a cuidar de sus hijos o de sus padres ancianos? Son elecciones profundamente condicionadas por una estructura social. Desde muy pequeños ya recibimos consignas sobre cuál debe ser nuestro rol. Las niñas deber ser guapas, atractivas, delicadas, aunque también se les venda que pueden jugar al fútbol o hacer judo. Los niños aprenden enseguida que son el centro, que son los fuertes".

De Miguel lo llama "el mito de la libre elección". ¿Acaso te preguntaron cuando naciste si querías que te hicieran agujeros en las orejas para ponerte pendientes? Una pregunta que la autora plantea en su libro Neoliberalismo sexual, el mito de la libre elección.

El cuerpo de la mujer se "utiliza" para obtener placer, para conseguir más clientela en una discoteca, para aumentar la audiencia en un espacio televisivo, para engendrar hijos para otros, para vender productos de belleza, de limpieza, dietéticos, para "decorar" unas fiestas patronales... Seguro que se os ocurren muchos más ejemplos en los que el cuerpo de la mujer "se utiliza".

En la prostitución (también ocurre en la pornografía) hay una clara relación de dominación, de control, en la que el hombre "accede" al cuerpo de las mujeres, como mercancía. Y el cuerpo de la mujer no es ningún producto que se pueda comprar o vender. ¿Venderías un riñón? ¿Aprobarías el tráfico de órganos? ¿Lo regularías? ¿Lo legalizarías? Total, son tus órganos y con ellos haces lo que quieres ¿no? Ana de Miguel apunta que la prostitución es "una escuela de la desigualdad", donde la mujer sirve al hombre, porque el putero paga y se cree que tiene derecho a poseerla. Ella no opina, no cuenta, no importa, no existe. No hay negociación que valga.

La prostitución no es sexo, porque no hay una relación de reciprocidad, la prostitución es dominación, es sometimiento, es control, es poseer el cuerpo de una mujer. El sexo es otra cosa.

Que el patriarcado nos vea como vasijas no es de ahora, ni de antes de ayer. Aristóteles veía a las mujeres como "meras vasijas vacías, el recipiente del semen creador". Para Platón, una mujer no llegaba a la categoría de ser humano, no os digo más, pero podéis tirar de Wikipedia y seguir profundizando.

Todos los debates nos llevan al mismo punto de partida: al patriarcado, el gran aliado del neoliberalismo. Uno de los pilares del patriarcado es el control que ejerce sobre nuestro cuerpo, a través de la sexualidad, así nos somete, nos ajusta a sus mandatos, y encima nos intenta convencer de que somos libres.

Jamás se me olvidará la entrevista que realizó Jordi Évole a Amelia Tiganus, miembro de Feminicidio.net y víctima de explotación sexual, en el programa Salvados. De manera directa, sincera y clara narró su experiencia, dejando frases así de contundentes: "Es hora de que aprendas que las mujeres somos personas y que tienes que relacionarte de manera igualitaria. Tienes que 'reaprender' a ser hombre". Y termina diciendo: "El feminismo me salvó la vida".

(*) Ilustración: http://elhulahoop.tumblr.com/

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