Lo que la cantante Larah Fémina soltó en sus redes sociales después de un concierto fue el grito unánime de lo que sienten las mujeres al subirse a un escenario por el hecho de ser mujeres. Y también lo que sienten cuando no suben, cuando no están en el escenario principal, cuando no aparecen en el cartel del festival, cuando ni se las nombra en los medios de comunicación.
En un momento de silencio, de concentración e intento de conexión con el público, un grupo de chicos comenzaron a gritarme que me desnudase, que les enseñara todo y que bailara para ellos. Esto tiene un nombre: violencia contra la mujer y machismo. Merezco un respeto, merecemos respeto.
No es la primera vez que me sucede. Basta ya de menospreciarnos, de objetivizarnos, de no tomarnos en serio y de ejercer violencia sobre nuestro sexo (mujeres). Basta ya de amigos cómplices y de silencios que acompañan.
Así está el patio: tenemos que soportar que nos valoren en base a nuestro físico en vez de a nuestro trabajo; tenemos que soportar que reduzcan nuestro talento en base a nuestras dotes de seducción; tenemos que competir con festivales que no apuestan ni en un 10% por artistas mujeres y con cantantes hombres que sólo quieren un corito que adorne sus temas de amor. Tenemos que soportar ser “las chicas de” porque con nuestro talento no basta para que se nos reconozca. Y con un paternalismo casposo que nos posiciona como patosas, frágiles e inexpertas... Ojalá esto sólo fuera una anécdota sin importancia; pero la realidad es que hay tantas de este tipo, que al final nos vamos acostumbrando. Y eso si que no. Yo me niego. ¡Ya basta!
En la industria musical hay una madeja de intereses al servicio del patriarcado que expulsa a las mujeres del circuito, como un ventilador, donde productoras, mánagers, programadores alimentan una espiral creada por y para ellos. Las mujeres conviven en el sistema siendo satélites que aparecen flotando como "objetos decorativos" o "productos de reclamo", un adorno, una herramienta a disposición del patriarcado para seguir engordando la industria (machista). De la denuncia de Larah Fémina se podrían destacar algunos puntos:
1.- Nos cosifican: Nos piden que nos desnudemos, que les enseñemos todo, que bailemos para ellos. Aparecemos como "elementos decorativos" en los videoclips de tíos buenorros, en las coreografías de los espectáculos, para dar color al tema, vamos. Se ven algunos cambios al respecto, pero son lentos y aislados.
2.- No nos toman en serio: No nos valoran, piensan que no tenemos talento, que no valemos para esto. Las relaciones de desigualdad están avaladas por un paternalismo que nos infantiliza, haciéndonos sentir inferiores, incapaces para manejarnos en esta industria. Nos tratan como a "tontitas", como si nos quedara grande esto de la música.
3.- Nos invisibilizan: El análisis de festivales en España realizado por mujeresymusica.com ha dado como resultado una media de un 19,17% de representación de mujeres en los carteles. Se ha experimentado un leve repunte con respecto a años anteriores, interpretado como "una declaración de intenciones". Según esta web, "estos datos representan una subida de 6 puntos con respecto al año pasado, y de 8 si ponemos la vista dos intervalos atrás". La invisibilidad, las excusas que van unidas a esa invisibilidad de "es que no hay grupos de mujeres", se disipa en la nota de prensa de este año del festival "Primavera Sound", que incidía en la paridad de su cartel: "Si la mitad de nuestro público es femenino, ¿por qué no puede serlo nuestro cartel?".
Del análisis se desprende que este festival ha experimentado una subida notable: en 2017 había un 12,56% de mujeres en su cartel, en 2018 subió hasta el 20,64% y en 2019 ha conseguido la paridad en su cartel. Es la primera vez que un festival de música de estas características consigue una programación totalmente paritaria, "llegando a incorporar 7 bandas íntegramente formadas por mujeres, 101 solitas y 10 grupos mixtos". Por tanto, ya no cuela eso de "es que no hay grupos de mujeres".
Si las mujeres somos invisibles encima de un escenario, imaginad el grado de invisibilidad en el backstage: puestos técnicos, de producción, mánagers, etc.
En el documental "Las que faltaban" que el grupo Mafalda realiza durante una de sus giras se habla de todos estos puntos y todas sus protagonistas se hacen las mismas preguntas que mujeresymusica.com: "¿Dónde están las mujeres compositoras, bateristas o trompetistas?". También nos hablan de la falta de referentes y de la hostilidad que se genera en estos espacios, en realidad "un oasis para los hombres", un cuadrilátero dedicado a la testosterona.
En una de las primeras ediciones de Sonorama Ribera, hace ya 20 años, vi a las B-Violet en el escenario. De allí salí deseando montar mi propia banda, yo, que no sé ni coger unas maracas, pero fue tal el subidón que mis límites se rompieron en pedazos, y quizás con ellos los estereotipos, la falta de confianza y el sentimiento de inferioridad. Me vi fuerte, la banda nos guiaba, nos veíamos un poco invencibles después de saltar como locas delante de aquellas muchachas todopoderosas. Éramos capaces de todo.
En esta edición de Sonorama Ribera, año 2019, he visto con asombro cómo dentro de las actividades paralelas del festival había una charla bajo el título "¿Dónde están las mujeres? Herramientas para dar visibilidad a los proyectos femeninos en la industria musical", donde participaban mujeres referentes en el panorama musical, sin embargo, en el cartel, según los datos del análisis de mujeresymusica.com, la presencia femenina no llegaba al 11%. Hay que revisarse, amigos.
Y si después de todo esto algunos festivales todavía tienen algún problemilla para diseñar un cartel paritario que consulten la web mujeresymusica.com porque han elaborando una base de datos inmensa de mujeres músicas (y sigue creciendo).
La denuncia de Larah Fémina no es un hecho aislado, ocurre con frecuencia, está normalizado y legitimado por el sistema patriarcal. Encontramos situaciones similares en otros contextos, en el deporte, en el cine, en nuestra vida diaria. Relegarnos a un segundo plano por el hecho de ser mujeres, invisibilizarnos, frivolizarnos e infantilizarnos es, por desgracia, usual, porque el machismo es transversal y consigue anestesiarnos. Es fundamental no caer en el letargo, toda la sociedad es responsable al consentir, aplaudir o mirar para otro lado cuando se dan este tipo de situaciones. No nos podemos permitir la indiferencia.
El pasado 30 de junio de 2019, la cantante Zahara convirtió El Jardín Botánico de Madrid en un universo de mujeres artistas, 'La noche de las astronautas', explicando su raíz al inicio del concierto: "Cuando pensamos en hacer este concierto, lleno de colaboraciones, enseguida empecé a pensar en amigos y músicos con los que no había trabajado, pero no salía ninguna mujer, así que decidí que sería un concierto solo de mujeres".
Retomando el tema de los referentes femeninos en la música -que aborda el grupo Mafalda en su documental- la periodista Teresa Corral escribe en Público acerca de Riot Girl, "el movimiento feminista de la década de los 90 cuyas principales protagonistas eran las mujeres dedicadas a la música", un ejemplo de resistencia al sistema patriarcal que tuvo muy poca repercusión en nuestro país. Sin embargo, en la actualidad, el proyecto GRRRLS ha recuperado el espíritu de Riot Girl en un cartel ficticio donde todas las mujeres estén representadas, y nos recomiendan Serenade, de Dover, ahí lo dejo.
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