Mi amigo J. me enviaba esta mañana un audio de WhatsApp contándome cómo se sentía. Me decía que le costaba hacerse a la idea, que había dormido mal y que estaba reorganizando su vida. Estaba acostumbrado a una rutina y era el momento de hacer un planning, practicar ejercicio, meditar, descansar, aprender e inventar cosas.
E iba más allá, me hablaba de que esta situación de emergencia era la oportunidad, con mayúsculas, la oportunidad para resetear, para cambiar, para limpiar, para limpiar en todos los sentidos, hacerse un replanteamiento de la vida: "Esto es como nuestra primavera. Fíjate qué coincidencia, esta semana próxima entra la primavera, pero para nosotros ha entrado ya, es el renacimiento total, así que cada persona que saque sus conclusiones".
Toda esta conversación con mi amigo sobre la crisis sanitaria del COVID-19 ha derivado en una reflexión mucho más profunda. Esta pandemia mundial nos ha puesto la vida patas arriba, cuestionando nuestros valores y evidenciando que existen otras formas de vivir y de organizarse.
Hablando con mi madre por teléfono, charlando sobre su aislamiento y el de sus compañeras de ONG de la que es voluntaria, de lo importante que era el autocuidado (ya que ella vive sola), la solidaridad, la empatía y el bien colectivo, me ha salido de repente esta frase: "Mamá, es que para salir de esta crisis deberíamos aplicar los valores feministas".
Esta crisis sanitaria ha colocado la salud en el primer escalón de las prioridades, todo lo demás puede esperar: el trabajo, el ocio, el consumismo. Los cuidados se han convertido en el centro de nuestras vidas y han dejado de ser invisibles. ¿Quién se encarga de los cuidados? La corresponsabilidad es la gran asignatura pendiente y una de las reivindicaciones del feminismo. Los cuidados, reducidos al ámbito doméstico y atribuidos a las mujeres, se están viendo cercados por una emergencia que exige medidas drásticas y de rápido cumplimiento: o vamos a trabajar o nos quedamos en casa cuidando de nuestras personas dependientes (mayores, enfermos, criaturas). ¿Cómo lo hacemos? La respuesta tiene que ser rápida. El problema es que como los cuidados los hemos abordado desde el ámbito privado, siendo las mujeres las grandes damnificadas, no existen políticas sociales que den una solución estructural al problema.
En esta situación tan delicada y excepcional seguimos siendo las mujeres las que nos preocupamos por ver cómo organizamos a nuestras familias. En estos momentos, los cuidados, la corresponsabilidad y la conciliación entre lo personal y lo laboral abren de nuevo el debate. Con políticas sociales fuertes dando respuesta a esta situación, el binomio ámbito personal - trabajo no estaría tambaleándose en la cuerda floja, ni las mujeres estaríamos asumiendo toda la responsabilidad de los cuidados, como siempre.
El COVID-19 ha puesto a prueba nuestra solidaridad y empatía, la colaboración y el trabajo en equipo. El feminismo es un movimiento pacífico y solidario, crítico, plural y transformador. Ahí está la clave. Si tejemos redes de apoyo para echar una mano a las personas más vulnerables, a los grupos de riesgo, la sociedad saldría fortalecida de esta crisis. Lo personal es político, decía Kate Millet, no pensemos desde el individualismo, sino en el bien colectivo, nuestras acciones individuales tienen una repercusión social, no lo olvidemos.
A mi madre le insisto mucho en el autocuidado, y en estos momentos es una cuestión urgente. Tenemos que parar y cuidarnos. A veces el cuerpo nos manda señales y hay que escucharlas inmediatamente, eso significa que la respuesta no puede esperar. El COVID-19 vuelve a ponernos a prueba, esta vez va dirigido a nuestro yo. Nos ha parado en seco ¿Me estoy cuidando? ¿De verdad? ¿De dónde viene esta ansiedad? ¿Por qué nunca tengo tiempo para nada? ¿Me estoy exigiendo demasiado? ¿Qué van a pensar de mí? Para y medita, tómate tu tiempo, cuando te hayas dado cuenta de que todo lo demás puede esperar, tu vida te pesará menos y serás más feliz. Os recomiendo la lectura Claves Ecofeministas, de Alicia Puleo y La riqueza invisible del cuidado, de la socióloga María Ángeles Durán, un libro en el que habla de una nueva clase social, el cuidatoriado.
El ecofeminismo nos plantea un nuevo modelo de vida. El COVID-19 está demostrando que el que llevamos, basado en el capitalismo neoliberal, no funciona. Como dice la profesora Nancy Fraser, necesitamos "un feminismo anticapitalista, que pide cambios estructurales de calado, en la relación entre producción y reproducción, sociedad y naturaleza, sistema político y economía". Estamos colapsando hipermercados, hiperventilando porque pensamos que se nos va a acabar el papel higiénico, nos cuesta vivir en soledad, parar, evitar desplazamientos. Vaya, que se nos ha caído el sistema. "El individualismo exacerbado de la sociedad de consumo ha generado un culto narcisístico basado en la siempre incompleta satisfacción de los deseos superfluos", nos recuerda Puleo. Con el COVID-19 seguimos olvidándonos de los comercios de proximidad. A pesar de tenerlos cerca continuamos acudiendo, asumiendo riesgos y con grandes dosis de histeria, a los supermercados de las grandes cadenas. Cuánto nos queda por aprender. ¿Y si apoyamos la economía local? Es como si todavía no hubiéramos sentido la colleja del virus.
Ayer pasé por un parque infantil, estaba precintado, sin risas, sin gritos, sin alegría, el silencio lo ocupaba todo, y pensé en las cosas buenas que ganábamos con el COVID-19. Tiempo. Tiempo para descansar, meditar, leer, escribir, charlar, escuchar, reflexionar. En definitiva, vivir conscientemente.
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