¿De quién es el ordenador en los hogares?


Con todo esto del teletrabajo, una amiga, ingeniera informática, me llamaba por teléfono al comienzo del confinamiento y me contaba que estaba teniendo problemas para instalar el soporte a las compañeras para desempeñar tareas telemáticas. Me explicaba que no tenían ordenador en casa, bueno, sí lo tenían, pero que no lo usaban ellas, que lo utilizaban su marido y sus hijos e hijas.

Entonces ¿de quién es realmente el ordenador en los hogares? Hace algunos años cayó en mis manos el libro de Cecilia Castaño, La Segunda Brecha Digital, donde explicaba las diferencias entre la primera y la segunda brecha, "en la que las mujeres se sitúan en una posición de clara desventaja frente a los hombres".

Las mujeres que me describía mi amiga, ocupando todas ellas puestos de perfil administrativo, padecían los estragos de la primera brecha digital, es decir, presentaban dificultades para acceder al ordenador y a Internet. Mujeres que habían aprendido a usar el ordenador y las aplicaciones obligatorias para realizar su trabajo, pero que cuando terminaba su jornada laboral se desprendían de la sombra de la máquina. No es extraño escucharlas maldecir los nuevos programas y compartir cierta tecnofobia, un estereotipo que hemos ido arrastrando debido a los hábitos patriarcales que todavía perviven en las familias. ¿Cuántas de nuestras madres tienen acceso al ordenador? Y ya no digo a Internet, ni a las TIC, que esto ya es capítulo aparte.

La siguiente pregunta sería, ¿cuándo pueden acceder al ordenador? Las mujeres tienen menos tiempo para conectarse a Internet o acceder al ordenador porque recae sobre ellas dobles y triples jornadas de trabajo, dentro y fuera de casa, labores domésticas y de cuidados, que imposibilitan desempeñar otras actividades de ocio, de investigación o de consulta, o simplemente de cacharrear con el ordenador.

Las mujeres siempre hemos ido con el tiempo justo, haciendo verdaderos sacrificios personales, respondiendo a unas pautas de socialización incompatibles con pasar horas frente a un ordenador, porque eso era "perder el tiempo", tan valioso.

Por eso, cuanto más escuchas y te repites, "no me gusta", "no lo entiendo", "no es para mí", "no es útil" más te lo crees, más crece el prejuicio y menos capacitadas nos sentimos. Pensábamos que se trataba de un asunto personal, pero no, no es un tema privado, es un problema cultural e institucional, fruto del pensamiento androcéntrico, de una sociedad patriarcal, que ha establecido una serie de roles, haciéndonos creer que "éramos poco hábiles para la informática", más bien "pasivas", reforzando el mito de la "tecnofobia femenina".  

Según los datos que se desprenden del estudio de Cecilia Castaño, el ordenador personal ha sido utilizado al menos en una ocasión por el 63 por 100 de los hombres y el 58 por 100 de las mujeres. Las mujeres utilizan el ordenador menos veces por semana, con una desventaja de ocho puntos respecto a los hombres, que lo usan cinco o más días por semana.

Castaño explica que la edad es un factor clave para el uso del ordenador, en general y también desde una perspectiva de género. Es un hecho que mi amiga constata en su entorno laboral: "A mayor edad, menor frecuencia de uso y mayores diferencias entre mujeres y hombres, en detrimento de aquéllas".

A finales de los años 90, la filósofa y escritora británica Sadie Plant, precursora del ciberfeminismo, visibiliza a través de su libro Ceros + Unos la historia de las mujeres en la tecnología, principalmente la de Ada Lovelace, la primera programadora de ordenadores del mundo, y desmonta el estereotipo de la tecnofobia femenina.

En realidad a las mujeres se nos ha expulsado de la tecnología. Plant reivindica en su libro la presencia de las mujeres en las redes, fundamentalmente de la telefonía, pero también en el telar eléctrico, en la máquina de escribir, por poner algunos ejemplos, llegando incluso a descubrir virus informáticos. 

Esta forma de hacernos ver la tecnología, de impregnarnos de sesgos machistas, de estereotipos de género, nos ha llevado a las mujeres a inhibirnos de los puestos de responsabilidad en el mercado laboral o a retroceder ante una oportunidad de emprendimiento tecnológico, como apunta Maite Garrido en "Mujeres en tecnología, aún pocas pero más visibles".

Desde Intermón Oxfam nos lanzan una serie de propuestas para que hombres y mujeres tengamos las mismas oportunidades en cuanto al acceso y formación en las TIC: Eliminar de raíz los roles de género, visibilizar el papel de la mujer en las TIC o potenciar la alfabetización digital son algunas de ellas. 

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