Traficantes de deseos

 
Nunca llegué a pensar que la historia de Rachel y Richard, los protagonistas de la película "Vida privada", escrita y dirigida por Tamara Jenkins, iba a representar la vida real de una pareja de mi entorno. No hace mucho una mujer me explicaba entre lágrimas que su proyecto de vida se había ido a la mierda. Al igual que Rachel y Richard, la pareja de la vida real también deseaba con todas sus fuerzas concebir un bebé y estaba sometiéndose a duros tratamientos de fecundación in vitro, principalmente ella, la gran damnificada, la que recibe una bomba hormonal brutal, seguida de importantes efectos secundarios y con escasas posibilidades de éxito, tal y como se narra en la película, un golpe físico y emocional indescriptible. 

Según me iba contando el proceso, recordaba cada escena del largometraje: las dudas, las frustraciones, el sentimiento de culpa, el conflicto personal y de pareja, la impotencia, el dolor físico y emocional, el desconsuelo, el desgaste económico, la soledad, la angustia, la incertidumbre, el miedo, la incomprensión, la presión social, los dilemas éticos, las alternativas, la frialdad. Lo que en principio pertenece a la "vida privada", a la parte íntima de una pareja, se convierte en un foro público, donde todo el mundo opina, donde todo el mundo tiene algo que decir, lo natural se instrumentaliza y el deseo de ser madre/padre se transforma en una transacción económica, todo se vuelve frío e impersonal y la vida pasa a ser una rueda de hámster insoportable. ¿Dónde está el límite? ¿Cuándo se para la rueda?

"Es que no puedes escapar de esta rueda, no tienes opción", reconocía esta mujer. Y no le faltaba razón al describir las normas de un sistema capitalista que siempre tiene preparada la rueda del hámster para rendir a pleno rendimiento. 

La precaria situación económica y laboral nos lleva a postergar la maternidad, pero ¿hasta cuándo? El tiempo pasa y cuando por fin conseguimos una estabilidad económica resulta que nuestra fertilidad ha disminuido. De todo esto habla la periodista Noemí López Trujillo en El vientre vacío.

Cuando el Estado de Bienestar se resiente, cuando las medidas sociales para apoyar la natalidad y la crianza son insuficientes, el foco se pone encima de nuestras cabezas, señalándonos fijamente, culpabilizándonos de una decisión que se toma desde la responsabilidad y el sentido común: sin una economía solvente, sin trabajo estable, la crianza es una utopía. El propio sistema nos empuja a aplazar la maternidad, pero al mismo tiempo nos castiga por ello, es muy cruel. La maternidad está venerada en la publicidad, pero penalizada en la vida real. Nuestra sociedad gira en torno a los intereses económicos de la rueda capitalista, mientras la vida, que debería estar en el centro, pasa de puntillas.

No obstante, para que la rueda siga funcionando, el sistema ha diseñado una serie de soluciones que no hacen más que alimentar su cinismo. El capitalismo nos exige que concibamos, que produzcamos, pero como nos lleva al límite (es consciente), y nuestra fertilidad se resiente por ello, nos ha preparado una alternativa perfecta: los tratamientos de fertilidad y reproducción asistida, el negocio redondo, donde las mujeres jóvenes que viven en precario pueden donar sus óvulos a cambio de una retribución económica y las mujeres con problemas de fertilidad que han conseguido llegar después de los años al trabajo digno (con mucho esfuerzo) pueden pagar los tratamientos de reproducción asistida que son carísimos. 
 
Poco se habla del "querer y no poder", del fracaso, de la angustia que se siente. Porque el sistema espera que tengas hijos/hijas, no se plantea otra opción, la infertilidad es un tema tabú, la sociedad lo invisibiliza y el pozo cada vez es más profundo. Puedes decidir no tener hijos/hijas, pero qué pasa cuando deseas ser madre y no puedes. ¿Cómo se contestan las preguntas incómodas del tipo "es que no te da envidia", o "tú, para cuándo"? ¿Cómo se gestiona esta situación cuando desde pequeñas nos han inyectado en vena lo del instinto maternal? ¿Cómo se hace frente a este bloqueo cuando el sistema se empeña en que tengamos hijos/hijas por todos los medios? El sufrimiento de estas mujeres es inmenso. 
 
En el primer capítulo de su libro, Mamá desobediente, una mirada feminista a la maternidad, Esther Vivas Esteve narra su experiencia vital sobre este asunto y comparte otras historias de mujeres inspiradoras como la de Gloria Labay, creadora de la Red de Soporte y Amistad para Mujeres Sin Hijos No por Elección "La vida sin hijos", un espacio de apoyo a mujeres que han pasado por lo mismo. 

No sé qué decirle a esta mujer de mi entorno que está inmersa en un tratamiento de reproducción asistida. No sé cómo consolarla. Duele hasta contarlo. Ojalá no nos hubieran inoculado el instinto maternal, ojalá no nos hubieran colocado el nenuco en los brazos, y el carrito, y el biberón, y todos los accesorios de los cuidados para que aprendiéramos bien nuestro rol de mujer - madre nada más nacer, ojalá no nos lo recordaran a lo largo de nuestra vida fértil, con frases como "se te va a pasar el arroz", "una casa sin hijos es un jardín sin flores", "si no tienes hijos te vas a arrepentir", "una mujer sin hijos es una mujer incompleta" y otras tantas falacias más. Ojalá dejaran de edulcorar la maternidad. Ojalá nos hubieran educado para ser libres. Ojalá dejaran de traficar con nuestros deseos.  

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