Las mujeres somos diversas. No tenemos que encajar. No somos objetos. No usamos la misma talla. No tenemos los mismos gustos. ¿Por qué se empeñan las marcas en inventarnos? ¿Por qué nos tenemos que ceñir a esos patrones? ¿Cuántas veces hemos salido de la tienda sin nada, pensando en lo mal que nos queda todo, en lo poco que nos gusta, en la falta de alternativas? ¿Cuántas veces nos hemos sentido culpables, jurando y perjurando seguir una dieta para lograr un objetivo inalcanzable? ¿Cuántas veces hemos pensado que "dónde se esconden las mujeres de las fotos de los escaparates"? ¿Cuántas veces nos hemos querido parecer a esas modelos?
No somos así. No nos representan. Nunca vamos a parecernos a ellas. Jamás. Es solo un anzuelo para seguir distraídas en una conquista estéril: el cuerpo perfecto, el ideal de belleza. El vestido que Bárbara Lennie lleva puesto en la campaña de otoño de El Corte Inglés es perfecto para ella, pero no para la inmensa mayoría de mujeres.
¿Y si en las fotos de las marquesinas apareciéramos nosotras? ¿Y si en vez de Bárbara Lennie, el vestido lo llevara puesto mi vecina, mi amiga o mi madre?
Es aquí donde la artista y activista Yolanda Domínguez pone el foco, en las otras mujeres, en nosotras, en las de verdad, en las que pisamos la calle todos los días. Su última campaña, 'Rompe el estereotipo. Supéralo', a iniciativa de la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Soria, arranca de cuajo el corsé al que nos someten la publicidad, la moda, la cultura, los medios de comunicación y la sociedad, un corsé estrecho, muy estrecho, que aprieta y aprieta, empeñado en asfixiarnos, en dosificarnos el oxígeno a modo de tortura, para que nos quede solo un hilito de aliento, lo justo para seguir consumiendo, pero con condiciones.
Domínguez ha diseñado una imagen paralela a la de la campaña de El Corte Inglés, 'hackeando' la foto estrella de la marca para sustituirla por instantáneas de mujeres diversas y que el Ayuntamiento de Soria ha colocado en las marquesinas de la ciudad, visibilizándolas, ocupando el espacio público. Las mujeres posan con el mismo vestido que Bárbara Lennie, pero reventando los cánones, reivindicando una forma distinta de mostrar la moda, sin imposturas, siendo ellas mismas, con naturalidad, denunciando la dictadura de la talla, del pensamiento único.
Las marcas publicitarias nos quieren delgadas, blancas, depiladas, altas (lo justo), etéreas, pasivas, neutras, con pelo sedoso, sin cicatrices, sin manchas, sin arrugas, con posturas ridículas. Esto a los hombres no les pasa. Podéis echar un vistazo al perfil Modelos con Ciática @MCiatica y lo entenderéis.
Cuando era adolescente me encantaba Michael Jordan. Un día vi en un centro comercial una camiseta con su foto. Mi madre preguntó a una dependienta por las tallas y la respuesta fue "cuántos años tiene su hijo". ¿Su hijo? Dio por hecho que era un chico porque me interesaba por una camiseta ancha de algodón de un jugador de baloncesto de la NBA. Pero otro día fue que no quería llevar vestido, ni pendientes, ni ropa ajustada, ni tacones, ni maquillaje, ni hacerme el láser. Las mujeres tenemos que encajar desde niñas con los estereotipos de género que van asociados a nuestro sexo y romperlos se convierte en una cruzada.
Este tipo de campañas, que visibilizan y normalizan la diversidad de los cuerpos de las mujeres, son una llamada de atención al mundo que alerta de que las mujeres somos diferentes, de que las fotos de las marcas de moda en las marquesinas no nos representan, de que necesitamos otros referentes y de que estamos hartas de que nos inventen. Existimos, estamos aquí, y nos vais a ver.
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