La bala que atraviesa nuestras vidas


Hemos vivido como nuestras las balas y las amenazas de muerte de estos días, porque cada vez que un tertuliano opina sin rigor sobre la violencia de género, una bala atraviesa nuestras vidas. Cuando hablan y hablan sobre las víctimas de violencia machista en los platós de televisión sin voces expertas en la materia, cuestionando, revictimizando y ridiculizando a la víctima, volvemos a recibir balas, volvemos a estar en peligro, la bala nos apunta. 

Cuando no nos creen, cuando nos culpabilizan, cuando nos llaman exageradas, cuando ponen en tela de juicio nuestro testimonio, cuando dan la vuelta a los argumentos para desprestigiarnos, las balas convertidas en odio metalizado vuelven a nuestras vidas para incomodarnos y recordarnos quién manda aquí. Cuando la justicia y las instituciones no aplican la perspectiva de género, cuando no nos escuchan, cuando esparcen bulos machistas, cuando la violencia simbólica y los estereotipos lo impregnan todo ahí están de nuevo las balas, acechando, marcando territorio. 

Cuando la ultraderecha niega la violencia de género, cuando en su programa electoral promete derogar la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género vuelven las amenazas de muerte, las balas, el miedo, la indefensión. Nos matan por ser mujeres, pero hay algunas personas en las instituciones que lo niegan, que nos dan la espalda, que nos quieren anuladas, oprimidas y al margen. Las mujeres somos más de la mitad de la humanidad y aún piensan que nos pueden silenciar a todas. Como dijo Maud Watts, la protagonista de la película 'Las Sufragistas', mientras era interrogada por su verdugo: "¿Qué van a hacer, encerrarnos a todas? Somos la mitad de la humanidad, no pueden detenernos a todas". 

La violencia de género no tiene debate, no es un tema opinable, ni arbitrario, ni moldeable al gusto como la plastilina, no es un capricho, ni un estado de ánimo. No, la violencia de género tiene nombres, tiene cifras, tiene víctimas. Con el debate hueco vuelven las balas de odio y menosprecio, vuelve la amenaza de muerte. Nos ponen en peligro porque nos niegan, porque no nos defienden, porque normalizan los asesinatos machistas. 

Los partidos políticos que pactan con la ultraderecha colaboran en la implantación de la semilla del odio, del enfrentamiento, de la agresividad, de la intolerancia, del cinismo, de la propaganda, de la mentira, de la mediocridad. Son cómplices de poner en peligro la democracia, junto con los medios de comunicación voceros. 

Los derechos no nos han caído del cielo, hubo que luchar mucho para conseguirlos y toca defenderlos siempre. Cada vez que hay elecciones las mujeres nos jugamos mucho, peligran nuestros derechos, mientras tenemos que escuchar que nos quejamos de vicio, que somos unas exageradas, unas histéricas o que la igualdad ya existe. Estas son las balas que nos llegan cada día, balas machistas, balas que se convierten en recortes de derechos y libertades, en reproducción de roles, en paternalismo, en desprestigio, balas que atentan contra el Estado de Bienestar.  

Volví a ver la película 'Las sufragistas' como un ejercicio de revisión necesaria de la historia. Es importante poner el foco en las mujeres que nos precedieron y no perderlas de vista jamás. Cuando me encuentro perdida, cansada de tanto ruido, reviso la historia feminista, me dirijo a ellas para obtener respuestas. A estas mujeres, a las sufragistas, las apuntaron con balas, las torturaron, las amenazaron, las golpearon, las encarcelaron y las persiguieron por defender el derecho de las mujeres a votar, pero también a decidir sobre sus vidas. Mientras eran apaleadas en plena calle por reivindicar la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, sus verdugos sonreían y sus maridos tensaban los grilletes conyugales para recordarlas su papel en el mundo: servir y obedecer. Os recomiendo el discurso de la sufragista Emmeline Pankhurst, unas palabras que rezuman actualidad. 

Los que ven en el envío de balas una intención banal odian el activismo, sencillamente porque lo que promueve cambios les espanta, por eso lo utilizan como insulto. Nos llaman activistas, como algo peyorativo. Pues sí, somos activistas, activistas de la democracia, de la igualdad de derechos y oportunidades, de la justicia social, del feminismo.  

"Nunca te rindas, nunca dejes de luchar", dijo Emmeline Pankhurst a Maud Watts en la despedida. En respuesta a las balas, como diría Pankhurst: "El único camino es avanzar".

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