Debajo de la cama


"Relato semifinalista de la V edición del Concurso de Relatos sobre violencia de género, 
convocado por la Fundación Luz Casanova"

Un día me escondí debajo de la cama y tardaron horas en encontrarme. Debajo de la cama me hago invisible. Por un momento dejo de escuchar gritos, insultos y golpes. En mi escondite, en aquel habitáculo de pelusas y zapatillas no soy yo, ni mi familia, ni mi casa, ni mi prisión. Debajo de la cama me convierto en otra persona y sueño con otra vida. En aquella otra vida, mi padre habla bajito, mi madre sonríe y mi cama se eleva a dos metros sobre el suelo. 

Los gritos de mi padre son tan fuertes que puedo escuchar su eco en el somier de mi escondite. Debajo de la cama retumba su voz, su olor, su presencia. Retumba todo él. Retumba mi corazón, que se acelera a cada paso, retumba mi miedo, cierro los ojos, me tapo los oídos y pienso en la otra vida inventada y desaparezco para que no se acuerde de mí, para que piense que no existo, para que no me dirija la palabra. 

Huyo por un agujerito que encuentro en el colchón de la mano de mi madre que me aprieta fuerte, corremos los dos por un pasadizo oscuro, y sin mirar atrás llegamos a la otra vida, la que he ido construyendo desde que nací. He soñado tanto con ese momento, en salir corriendo los dos, en huir, en dejar a atrás a mi padre, y le pienso colérico, con los ojos encendidos, maldiciendo nuestra fuerza. Él, que nos cree frágiles y destructibles. He soñado que perdía la memoria, que no se acordaba de nuestros nombres, ni de nuestras caras. He soñado que se quedaba sin voz, que ya no nos gritaba, ni insultaba. He soñado que sus brazos eran ramas y que sus pies se enraizaban en el suelo de la cocina. He soñado que un día se iba a dormir y que jamás despertaba. Cuántas veces habré soñado. Cuántas veces me habré orinado debajo de la cama, soñando. 

Me veo en el espejo y me reconozco en él y me doy miedo, y no quiero, y me enfado. Soy su hijo y eso me asusta. Reniego de mi aspecto, de mi voz, de mis pisadas, reniego de todo lo suyo, de mi sangre que es su sangre, de su perfil, de sus ojos, de mi pelo. No quiero ser él, me aterra esa condena. 

Debajo de la cama tengo una caja de supervivencia, la comparto con mi madre, es nuestro secreto. A veces me quedo dormido debajo de la cama abrazado a esa caja y en mis pesadillas veo a mi padre enfurecido, como siempre, con un ramo de rosas en la mano, marchitas, oliendo a podrido. Me despierto sobresaltado y descubro que un sudor frío atraviesa mi cuerpo. No sé el tiempo que llevo debajo de la cama, quizás desde siempre.

(*) Ilustración de El Hulahoop.

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