Pelos


En la adolescencia había dos cosas de nuestro cuerpo que nos esforzábamos en esconder: los pelos indeseados para el patriarcado y la menstruación, y lo hacíamos con tanta fuerza que gran parte de nuestra energía se moría de rabia y frustración. Gastábamos lágrimas, agobio y dinero manteniendo a raya estas cosas que nos pasaban a las mujeres y que nos alejaban de la mujer perfecta, una idea con la que soñábamos, que veíamos en la publicidad y en las series de televisión, una aspiración que nos inquietaba e ilusionaba a partes iguales, aunque en realidad nos iba marchitando hasta querer odiar nuestros cuerpos imperfectos, siempre comparándonos, siempre doliéndonos.

Sin embargo, nadie nos desmentía la historia de la mujer perfecta, todo lo contrario, entre nosotras tramábamos planes para acabar con el vello, dedicábamos horas a resolver enigmas sobre el pelo sobrante, tomando como referencia la leyenda de la mujer perfecta, y de la menstruación ni palabra, ni se mencionaba, como si no existiera, siempre rodeada de misterio, negatividad, miedo y vergüenza.

Nos llenábamos la boca de excusas para ocultar la sangre y los pelos. Nos apañábamos en silencio o en confesión con un reducido grupo de amigas. La frase "¿y no te da vergüenza?" nos ha acompañado a las mujeres toda la vida. La vergüenza, otro mantra patriarcal.

Maldecíamos tener pelos donde no tocaba, maldecíamos la menstruación y maldecíamos el sufrimiento que nos había tocado vivir por ser mujeres. A los chicos esto no les pasaba. ¿Cuántos sacrificios hacían ellos? No tenían que preocuparse de todas estas cosas que a nosotras nos robaba tanta energía.

Dejamos atrás la adolescencia hace ya muchos años, pero todavía nos sigue incomodando ver pelos "desubicados". De hecho, cada vez hay más métodos que inciden en una depilación casi definitiva. Se nos ilumina la cara cuando presentan tal o cual producto innovador que arranca de raíz el vello malicioso. Lo experimentamos como un logro, como un billete directo hacia la libertad. Por fin vamos a vivir sin vello "no autorizado". Por fin vamos a dejar de caminar por el borde de la censura estética. Por fin nuestros deseos son órdenes. Sin embargo, nunca es suficiente, el patriarcado es insaciable y siempre quiere más, y por supuesto, todo tiene un precio.

Es difícil desmarcarse de una dinámica hiperlibre de vello. Vivimos en una sociedad donde hablar de pelo es un tema casi tabú si no responde al canon patriarcal. Las miradas se clavan en nuestros cuerpos para evaluar un examen que solo rinde cuentas al machismo, y los comentarios, la reprobación y el rechazo a veces son más poderosos que la rebeldía. Hay que ser muy valiente para decir 'y qué'.

La ilustradora Elena Díaz-Roncero Fraile dio ese paso, un día se plantó y gritó: 'Y qué'. Y ahora lo cuenta en 'PELOS', un libro ilustrado, editado por la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Soria, donde narra su autobiografía, que bien podría ser la de todas. Revisando esta obra he viajado a mi adolescencia y me he visto reflejada en cada uno de los capítulos, aunque he de decir que anhelo la valentía de Elena. 'PELOS' es un diario de vida, una guía feminista, una demostración de que lo personal es político. 'PELOS' es un gesto generoso, cargado de sororidad. Elena detalla de manera gráfica su relación con 'los pelos' a lo largo de su vida con una sensibilidad extraordinaria.

"A los 16 años ya soy completamente consciente de que no me depilo porque quiero: me depilo porque quiero existir", escribe Elena en uno de los capítulos finales del libro, cuando "despierta": "La experiencia de toda una vida me ha demostrado una y otra vez que las mujeres no tenemos derecho a ocupar espacio público sin modificar una serie de características naturales de nuestro cuerpo". 

"Quererse es político porque no quieren que nos queramos". Por eso el último capítulo se titula 'Rebeldía'. 


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