Cuando el periodismo es el altavoz de la extrema derecha


Han asesinado por violencia machista en nuestro país a 1.132 mujeres desde el 1 de enero de 2003 (desde que hay estadísticas), 6 mujeres de lo que va de año y 2 en esta semana. La violencia machista existe, y no es un empeño, ni una cabezonería, ni una invención, ni un chiringuito, ni un chollo. Lo dicen los estudios y las investigaciones que hay sobre el tema, lo dicen organismos internacionales, como la Organización de Naciones Unidas, lo dice la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea o el Convenio de Estambul, entre otros, lo dice la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El otro día el partido de extrema derecha de Soria envió una carta a los medios de comunicación  contestando al comunicado que publicó Antígona, una asociación soriana que apoya a las mujeres víctimas de violencia de género, tras las elecciones de Castilla y León, en el que advertía "del peligro que supondría derogar la Ley de Violencia de Género en Castilla y León", un punto que el partido de ultraderecha contempla en su programa.

Varios medios de comunicación de Soria publicaron la carta íntegramente como una nota de opinión en contraposición al comunicado de Antígona en el que solicitaba al resto de partidos políticos un cordón sanitario a esta agrupación. En esta nota se alimentan bulos machistas y se niega que exista la violencia de género, calificando de chapuza al Instituto de las Mujeres. Estos medios equiparan una asociación que lucha contra la violencia machista con un partido que directamente la niega.  

Los medios de comunicación que reproducen el discurso de la extrema derecha como si fuera un dogma de fe, sin cuestionarse ni una coma, están actuando con irresponsabilidad, ya que blanquean un discurso negacionista, peligroso y que atenta contra los derechos humanos. Sobre este punto, la Ley 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género es clara. El artículo 14 especifica que "la difusión de informaciones relativas a la violencia sobre la mujer garantizará, con la correspondiente objetividad informativa, la defensa de los derechos humanos, la libertad y la dignidad de las mujeres víctimas de violencia y de sus hijos [...]". 

Los medios no pueden ser altavoces del negacionismo de la violencia machista. Luego nos escandalizamos cuando vemos que la extrema derecha logra ¡oh, sorpresa! representación parlamentaria. Y nos llevamos las manos a la cabeza, pero al mismo tiempo compartimos por redes con horror los discursos racistas, xenófobos y machistas que vomitan en el Parlamento, pensando que de esta manera hacemos pedagogía, sin ser conscientes de que lo que conseguimos realmente es alimentar su veneno. 

Desafortunadamente hay mucha gente que conecta con ese discurso, legitimado en las Cortes Generales. Ahí están las urnas que lo cotejan. El mensaje corre como la pólvora, las redes multiplican sus palabras y se frotan las manos pensando en lo lejos que han llegado sus consignas. ¿Solución? Desactivar el ruido, desmontar sus mentiras y despropósitos con datos y argumentos, con especialistas en la materia, con todo el bagaje científico que existe para frenar esta barbarie, esta burla al conocimiento, pero jamás ser su altavoz.

Al principio a los medios les hacía gracia. Sus discursos grandilocuentes y fuera de tono, alejados de los valores democráticos, les parecían excéntricos. Recuerdo el mitin de este partido en Vistalegre, en el año 2018, al que asistieron 9.000 personas. Por aquel entonces el CIS les otorgaba un escaño. En la crónica de El País de ese día recogieron frases épicas y desafiantes, chulescas y prepotentes. Entrecomillaron párrafos esperpénticos y fuera de lugar que salían de su boca, pero es que hacían tanta gracia. Sus discursos delirantes llamaban la atención y los medios los reproducían punto por punto. Las barbaridades se vendían al peso y los medios las compraban.

Necesitamos medios de comunicación críticos, rigurosos y que cuenten con voces expertas para hacer periodismo de servicio. No todo vale, no todo es periodismo, no todo el mundo puede hablar de todo, no se puede dar validez a todo lo que llegue a una redacción. No. Ahí va una sugerencia. La periodista Ana Bernal-Triviño recoge en su libro "Hacía una comunicación feminista" todas las claves para informar con rigor y veracidad sobre la violencia machista. 

El periodismo será feminista o no será, así que, vayan haciendo reciclaje en las redacciones porque, como dice Bernal en el artículo "La vergüenza de hacer un periodismo machista": "No es censura sino responsabilidad informativa, porque el periodismo tiene siempre una función social y debe estar con los derechos humanos, no hay equiparaciones. Construimos igualdad desde el momento en el que elegimos nuestras fuentes. Estamos desbordadas de mentiras en el feminismo y es vergonzoso no estar a la altura de lo que exige este momento".

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