Mujeres que corren

"¿Por qué corres?", me preguntan. La respuesta es "porque puedo". Puedo correr porque otras mujeres lo hicieron  antes. Ni en sueños pensaba que iba a correr una media maratón, ni llevar un dorsal, ni colgarme una medalla. Puedo correr porque otras mujeres entrenaron, rompieron el asfalto, se enfrentaron a los estereotipos, lucharon en las calles, se colgaron un dorsal soportando empujones, como Kathrine Switzer, la primera mujer que corrió una maratón con dorsal, en Boston, el 19 de abril de 1967. 

Puedo correr porque ella se impuso al reglamento patriarcal que hizo estallar por los aires. Llevar dorsal es tener voto, no llevarlo es tener solo voz. Por eso Kathrine quería correr con dorsal, porque nos igualaba a los hombres. Reivindicaba los mismos derechos. La falta de reconocimiento era totalmente injusto. Cuántos kilómetros habían hecho tantas mujeres antes, sin cámaras, sin publicidad, sin línea de salida, ni de meta, sin dorsal. Cuántas veces habían infravalorado nuestras capacidades, nuestros retos, por el hecho de ser mujeres. 

Decían que las mujeres éramos demasiado frágiles para correr una maratón, que era una distancia muy larga, que era un despropósito, que nos masculinizaba. Kathrine demostró con creces en los entrenamientos que podía hacerlo, pero era consciente de que lo más difícil no estaba en el asfalto sino en las barreras mentales que el machismo había instalado en el recorrido. Su carrera marcó un hito en el feminismo. Cada vez que nos colocamos un dorsal está presente ese 261. Por ella, por todas, por las mujeres que corrieron sin dorsal y por las que sufrieron empujones, insultos y menosprecio con dorsal. Costó mucho aparecer en una lista oficial de carrera. Por ellas hoy contamos tiempos y alcanzamos metas. 

Empecé a correr tarde, me refiero a correr en serio, como entrenamiento. Lo incorporé como rutina y se ha quedado para siempre (espero). Lo intercalo con ejercicios de fuerza y escapadas a la montaña. El deporte me ayuda a remontar situaciones complicadas en lo personal y a sentirme poderosa. Preparar una carrera llena de motivos las sesiones de entrenamiento.  

De niña corría en las clases de educación física. Al tratarse de un deporte individual era mi actividad favorita, nunca fui muy amiga de equipos. Lo que más me gustaba era hacer series de velocidad, me encantaba correr rápido. Participábamos en el cross de la Constitución, una prueba mítica en mi ciudad. Tengo vagos recuerdos de aquella carrera, solo que la resistencia no era lo mío y que me agobiada quedarme sin aire. 

No volví a correr hasta muchos años después, quizás demasiados. Aunque siempre tuve en la retina a mi padre, con sus anécdotas de cuando corría en Lasarte o la copa que ganó y que conservo en la estantería de mi habitación. A lo mejor tenía que pasar. Empezar a correr de verdad era algo inevitable. Jamás me vio en una carrera, esa es una de las penas que arrastro. A veces reaccionamos tarde.  

Mi padre corrió con el dorsal 607 por las calles de Aranda de Duero, mi ciudad natal, la que me vio crecer. Desconozco el nombre de la carrera, era 1979, de ese día solo conservo una foto de un pelotón de gente corriendo con mi padre en el centro. Cada año se celebra una carrera por esas calles y en varias ocasiones he participado. Cada vez que me coloco el dorsal pienso en mi padre y en esa foto. Aquel año mi madre estaba embarazada de mí y animaba a mi padre. Ahora espera en una de las curvas de la carrera para verme pasar. Dice que heredé sus piernas. Ojalá me hubiera dado cuenta antes.  

Puedo correr porque otras mujeres también corren, son mis referentes ahora, otras lo fueron siempre, aunque jamás fueron visibles. Eso provocaba en las niñas inseguridad, frustración y miedo a ocupar un espacio que se nos prohibía. Decía la campeona de trail Oihana Kortazar que corría para ser un referente para las niñas. Sigo cada zancada que da. Es tan importante su mensaje. Como el de otra campeona, Azara García de los Salmones y su grito ¡No somos invisibles! o el de la mediofondista Marta Pérez, animándonos a correr, porque es algo que nos une. 

En esa línea nació el proyecto "Mujeres que corren", impulsado por la periodista Cristina Mitre, quien logró en 2013 reunir en un primer encuentro a 75 mujeres en El Retiro (Madrid) para correr. Y desde entonces ha ido sumando grupos de mujeres que corren por todo el mundo en un movimiento 2.0. "Mujeres de épocas muy diferentes, con trayectorias personales y profesionales muy diversas, pero que tienen algo en común: correr las hizo libres", explica en su web.

En mi última media maratón por asfalto en Madrid una mujer mayor sostenía un cartel que decía: "Corre con el corazón". Otras nos aplauden y nos gritan palabras de aliento desde la acera. Me puedo imaginar el orgullo de esas mujeres que lo han vivido todo al vernos correr, a lo mejor se ven reflejadas en nosotras, a lo mejor en nuestras zancadas van sus sueños.

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