Un domingo por la tarde puse una cafetera, grabé un vídeo en pleno gorgoteo y escribí: "¿Quieres un café? Y se te pasa". Los cafés deshacen nudos, extienden las hebras y van tejiendo una red confortable que calma. Hacemos paréntesis para pensar y compartir confidencias, intercambiar información o aclarar nubarrones. Los cafés vienen bien para casi todo. En la balanza pesa más el soltar lastre que una noche de insomnio.
El café en comunidad puede ser el loctite social perfecto para reconstruir piezas que nunca se encontraron, solitarias, perdidas, aterradas o confusas. Las costuras del grupo son las cicatrices de la resistencia. Esto me recuerda al kintsugi, una técnica artística japonesa para restaurar piezas de cerámica, que aplicada a la vida es una prueba de transformación personal, de resiliencia. Me pareció tan extraordinaria esta metáfora que la he conectado con el proyecto feminista 'Café para todas' que el centro de la Fundación Cepaim en Soria puso en marcha desde hace ya algunos años.
Desde la organización explican en su web que se trata de una iniciativa comunitaria para favorecer la cohesión y el intercambio de experiencias e ideas, dirigida a las mujeres participantes en los diferentes programas, trabajadoras del centro y a las mujeres del barrio. En torno al café se estrechan lazos, se comparten conocimientos, se teje una red que enriquece la convivencia. Las barreras, como el idioma, se hacen chiquitas en un ambiente distendido y seguro.
Hace un tiempo tuve la suerte de participar en uno de estos encuentros. La mujer que me invitó fue así de generosa. Acepté sin saber. Me di cuenta enseguida de que necesitaba ese café. Mientras nos presentábamos fui consciente de la riqueza social que desprendía aquel crisol de mujeres. Me enganchó tanto el proyecto que unos días después contacté con su impulsora, Susana Rodera, abogada del área de acogida y protección internacional de Cepaim en Soria, y que conocí en ese encuentro, para que me contara más cosas. Después volví a un nuevo 'Café para todas' y me abrieron la puerta para siempre. Nunca un café me había dado tanto.Las mujeres que participan en 'Café para todas' viven diferentes realidades. Algunas mujeres pasan por el Café sólo una vez, otras lo hacen de manera asidua mientras tienen un vínculo con la organización, hay mujeres que ya no vienen y otras que acuden año tras año, con parones e irregularidades, pero están. 'Café para todas' es un proyecto vivo, no podría entenderse de otra manera. La idea es mantener la frecuencia mensual, como referencia, lo bueno es eso, que es una idea, no una imposición, ni una obligación. Lo importante, como apunta Susana, es que "esta red de mujeres sólo se puede tejer con voluntad, honestidad y cariño. Algunas mujeres se han conocido en este espacio y han creado amistad. Se genera contacto, pero también la posibilidad de desahogo y de compartir. Y se rompe el muro que en ocasiones, y sin querer, aparece entre trabajadoras / voluntarias y usuarias, a través de la horizontalidad del Café".
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