Café para todas

Un domingo por la tarde puse una cafetera, grabé un vídeo en pleno gorgoteo y escribí: "¿Quieres un café? Y se te pasa". Los cafés deshacen nudos, extienden las hebras y van tejiendo una red confortable que calma. Hacemos paréntesis para pensar y compartir confidencias, intercambiar información o aclarar nubarrones. Los cafés vienen bien para casi todo. En la balanza pesa más el soltar lastre que una noche de insomnio. 

El café en comunidad puede ser el loctite social perfecto para reconstruir piezas que nunca se encontraron, solitarias, perdidas, aterradas o confusas. Las costuras del grupo son las cicatrices de la resistencia. Esto me recuerda al kintsugi, una técnica artística japonesa para restaurar piezas de cerámica, que aplicada a la vida es una prueba de transformación personal, de resiliencia. Me pareció tan extraordinaria esta metáfora que la he conectado con el proyecto feminista 'Café para todas' que el centro de la Fundación Cepaim en Soria puso en marcha desde hace ya algunos años.

Desde la organización explican en su web que se trata de una iniciativa comunitaria para favorecer la cohesión y el intercambio de experiencias e ideas, dirigida a las mujeres participantes en los diferentes programas, trabajadoras del centro y a las mujeres del barrio. En torno al café se estrechan lazos, se comparten conocimientos, se teje una red que enriquece la convivencia. Las barreras, como el idioma, se hacen chiquitas en un ambiente distendido y seguro.   

Hace un tiempo tuve la suerte de participar en uno de estos encuentros. La mujer que me invitó fue así de generosa. Acepté sin saber. Me di cuenta enseguida de que necesitaba ese café. Mientras nos presentábamos fui consciente de la riqueza social que desprendía aquel crisol de mujeres. Me enganchó tanto el proyecto que unos días después contacté con su impulsora, Susana Rodera, abogada del área de acogida y protección internacional de Cepaim en Soria, y que conocí en ese encuentro, para que me contara más cosas. Después volví a un nuevo 'Café para todas' y me abrieron la puerta para siempre. Nunca un café me había dado tanto.

'Café para todas' nació el 7 de marzo de 2018 de la necesidad de crear un espacio para que las mujeres que atienden en Cepaim compartieran sus intereses y preocupaciones. Lejos de parecer un grupo de autoayuda su carácter comunitario invitaba a que trabajadoras de la organización y vecinas participaran también, "convirtiéndose en un espacio feminista, intercultural y abierto al intercambio de ideas e inquietudes, y que sirviera de cohesión para todas las mujeres, independientemente de su origen". 

Para facilitar la participación de las mujeres, la experiencia se contempló como un espacio "sin cargas familiares", un espacio "amigo de la infancia", donde "las mujeres pudieran expresarse con libertad", explica Susana, recordando cómo vio en su primer 8M en Soria una oportunidad de abrir la participación de las mujeres migrantes a todo el ámbito feminista de la ciudad. "Y de ahí el nombre, nos unimos y compartimos, porque "si no hay café para todas, no habrá para nadie" (un guiño y una versión apropiada de la frase mítica del Che)", reconoce.

Las mujeres que participan en 'Café para todas' viven diferentes realidades. Algunas mujeres pasan por el Café sólo una vez, otras lo hacen de manera asidua mientras tienen un vínculo con la organización, hay mujeres que ya no vienen y otras que acuden año tras año, con parones e irregularidades, pero están. 'Café para todas' es un proyecto vivo, no podría entenderse de otra manera. La idea es mantener la frecuencia mensual, como referencia, lo bueno es eso, que es una idea, no una imposición, ni una obligación. Lo importante, como apunta Susana, es que "esta red de mujeres sólo se puede tejer con voluntad, honestidad y cariño. Algunas mujeres se han conocido en este espacio y han creado amistad. Se genera contacto, pero también la posibilidad de desahogo y de compartir. Y se rompe el muro que en ocasiones, y sin querer, aparece entre trabajadoras / voluntarias y usuarias, a través de la horizontalidad del Café". 

Y qué maravilla cuando estos lazos de unión permanecen, y los abrazos, y el aprendizaje común, todo ello favorecido por este espacio enriquecedor, en el que "aquellas mujeres que no son hispanohablantes encuentran también un lugar donde poder practicar el idioma". Nos unen tantas cosas. Quién iba a pensar que "lo personal es político" cabía en una taza de café.

Cuántas razones se revelan para crear un espacio de estas características. "La cohesión, la empatía, la comprensión, el conocimiento de otras realidades, el apoyo, la integración...". Susana enumera todos estos motivos y reconoce que "cualquier espacio feminista e intercultural es en sí mismo un buen motivo para ponerlo en marcha, porque en una sociedad como la que vivimos, con un machismo al acecho constante, con la presencia exagerada de todas las fobias posibles, hemos de mantenernos unidas, generar, mantener y hacer crecer esa red".

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