¿Qué ocurre cuando las mujeres enferman? Las mujeres siempre hemos estado en el bando de los cuidados, una obligación consuetudinaria que se hereda de madres a hijas (por el hecho de ser mujeres) y que nos acompaña a lo largo de toda la vida. Es como si la enfermedad se reencarnara en extremidad, formando parte de nuestro cuerpo y se convirtiera, dependiendo de las características, en mejor o peor rémora, según la suerte.
Cuando las mujeres enferman cae sobre ellas un halo de heroicidad que distorsiona la realidad, envolviéndola en épica, en valentías no deseadas, y se presupone una fuerza casi sobrenatural para vencer una fragilidad que muchas veces no es aceptada por el entorno. Y es tan cruel, y es tan injusto. A muchas mujeres estando enfermas se las exige presencia, y el grito, la rabia, la impotencia, la ira y la incomprensión se vuelven contra sus cuerpos.
Las mujeres no quieren ser fuertes, ni valientes, ni heroínas, ni siquiera luchadoras. Las mujeres necesitan dejarse caer y que alguien las sostenga. Necesitan ser imperfectas, sentirse tal como son, así, con todos los contratiempos del cuerpo. Aceptando esto la mente va más libre, se aligera la carga, la responsabilidad de estar siempre, a pesar de todas las dificultades.
El otro día leía un artículo de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP) donde se reivindicaba una "transformación del sistema de cuidados centrado en las mujeres con enfermedades crónicas y que ejercen rol de cuidadoras". El documento señalaba que "un 17% de las mujeres con enfermedades crónicas con discapacidad reconocida cuidan habitualmente a otra persona con enfermedad, discapacidad o dependencia". Estos datos demuestran una vez más lo arraigados que están los roles de género en materia de cuidados. Hay más estudios y artículos que lo reflejan, pero también está la vida misma, la realidad que nos rodea, las situaciones que normalizamos sin permitir una mínima reflexión.
Justo cuando pensaba en este tema para escribir el post, me saltó en las redes sociales el discurso de la periodista Sara Carbonero en la gala benéfica ELLExHope, narrando por primera vez su experiencia con el cáncer. Compartió con el auditorio un mensaje muy emotivo e inspirador, principalmente para otras mujeres. Lo hizo pensando en ellas. De su discurso me detuve en una reflexión que lanzó al público y que me pareció fundamental: "¿Sabéis lo que necesitamos los pacientes oncológicos? Calma. Calma para reducir el estrés".
Justo cuando pensaba en este tema para escribir el post, me saltó en las redes sociales el discurso de la periodista Sara Carbonero en la gala benéfica ELLExHope, narrando por primera vez su experiencia con el cáncer. Compartió con el auditorio un mensaje muy emotivo e inspirador, principalmente para otras mujeres. Lo hizo pensando en ellas. De su discurso me detuve en una reflexión que lanzó al público y que me pareció fundamental: "¿Sabéis lo que necesitamos los pacientes oncológicos? Calma. Calma para reducir el estrés".
Muchas veces se nos niega la categoría de humanas, de mortales, de personas. El sufrimiento también nos pertenece, y el cansancio, la dejadez, el desánimo, el dolor, la contradicción, el grito. Cuando Sara Carbonero habla de calma en su discurso se refiere a sentir paz, a soltar amarras, a protegerse, a quererse. Y si las mujeres cuando enferman no pueden permitirse ser vulnerables, ¿de qué humanidad estamos hablando?
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