Gente normal (pero no tanto)


Creo que todas hemos sido un poco Marianne, la protagonista de la serie irlandesa 'Normal people'. Podemos echar la vista atrás y mirar los años de instituto fijamente para odiar recordar ciertos momentos incómodos, incluso humillantes. Muchas de nosotras nos hemos sentido alguna vez así de vulnerables, frágiles e incomprendidas. Un bicho raro. Queríamos desaparecer para que los ojos escudriñadores de aquellos chicos no juzgasen nuestro físico, ni descubrieran nuestras inseguridades. 

Los hombres que transitan por la vida de Marianne son en su mayoría violentos, abusadores, manipuladores y emocionalmente irresponsables. Toda la historia de la serie gira en torno a una pareja heterosexual con idas y venidas, que bien podría definirse como tóxica, aunque el trasfondo apunte más a la precaria salud mental de Connell, el protagonista, lo que provocaría comportamientos machistas hacia Marianne. En la serie ya procuran poner el foco en esta circunstancia, y al final, como espectadora, me queda el poso de que la víctima es él.

Por otra parte, el mito del amor romántico da oxígeno a una relación entrecortada que a veces se vuelve insoportable. Desde el sofá he gritado más de una vez a Marianne que le mandara a la mierda. Sin embargo, en esta primera etapa de la relación la madre de Connell, Lorraine, asume un rol fundamental que actúa de contrapunto a este despropósito. Se posiciona con Marianne y cuestiona el compartimiento de su hijo abiertamente. 

El único hombre empático que sale de esa espiral es el compañero de piso del protagonista, que confronta ciertas actitudes de Connell. El resto de hombres presentan una masculinidad, como explica la experta Yolanda Domínguez en uno de sus artículos, "desconectada de las emociones y los sentimientos de los demás y que debido a su socialización de género no desarrollan la empatía ni la practican". Hace referencia a que la educación que reciben los hombres desde la infancia "reprime la manifestación de emociones y les predispone al individualismo y la competición". De ahí que el perfil de los hombres que aparecen en la serie calcan este perfil destructivo, alejado de los cuidados y por supuesto, sin mostrar vulnerabilidad. 

Por otra parte, no hay que perder de vista la relación entre Marianne, su hermano Alan y su madre, que explica cómo ha socializado la protagonista en ese núcleo familiar. Más de una vez dan ganas de tirar la puerta y salvar a Marianne. Marianne es una mujer maltratada desde niña, solo está repitiendo patrones a lo largo de su vida. Un recorrido que merece un análisis en cada escena. Se observa cómo no existe un perfil único de víctima, ni de victimario, y de cómo la violencia de género se puede manifestar de diferentes maneras. 

En cuanto al arco de transformación de los personajes, Connell hace un recorrido interesante. Hay un punto de inflexión que lleva al joven a la catarsis personal, a replantearse su vida, a vaciarse emocionalmente y a remontar. Cuando ha construido su "nuevo yo" pretende arrastrar a Marianne hacía sus sueños: aprovechar una oportunidad, viajar a Nueva York y abrirse una profesión como escritor. Ella declina, pero el personaje, aunque con más paz que al inicio, sigue sin encontrar su camino. Marianne continúa perdida. En realidad, ella siempre está atada a la sombra alargada de Connell.

¿Dónde están los sueños de ella? ¿Y su promoción profesional? Nadie conoce sus metas reales, transita por la universidad entre grises, con esa tendencia autodestructiva, cuando realmente es una alumna brillante. La imagen de la protagonista se construye a través de un aura de misterio y fragilidad. A Marianne le diría que sus amigas son su fuerte, que rompa definitivamente con su familia y que escriba. 

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