El duelo es un etapa que tendría que vivirse desde la calma. Ya es complejo aprender a vivir sin la persona querida, como para enfrentarse a otras circunstancias atroces que cercenen esa paz. Llevo tiempo reflexionando sobre cómo tuvo que ser el duelo de las mujeres cuyos maridos fueron perseguidos y asesinados por los fascistas durante la Guerra Civil y la Dictadura franquista.
Tras visionar el documental 'Las mujeres de negro', de Rober Astorgano, descubrí a unas mujeres que aguantaron las humillaciones, el desprecio, el dolor, la pobreza, la rabia y el miedo con una dignidad inmensa. A pesar de tener el corazón roto de por vida, su duelo se convirtió en memoria. Y lo hicieron sin transmitir rencor a sus descendientes. Sus sentimientos se sellaron en lo más profundo, como aquello que se esconde en el doble fondo de un armario.
Me pregunto si el duelo tiene un comienzo y un final exacto. También pienso que hay duelos imposibles, y que por eso estas mujeres, después de vivir tanto dolor, padecieron el síndrome del corazón roto, una expresión que puede parecer una metáfora, pero que hay que entenderla desde la literalidad. El sufrimiento traspasa la piel, penetra en los huesos y llega a los órganos vitales, como una descarga eléctrica, hasta devorarles. Llevar el duelo por dentro es someterse a una tortura en vida. Y estas mujeres enterraron su duelo entre capas de humillaciones, vejaciones, pobreza y la responsabilidad de salvar a su descendencia de las garras del hambre y del señalamiento.
Las mujeres de negro de La Barranca hicieron un pacto de silencio para reivindicar a través de los símbolos. Por eso, desde el 1 de noviembre de 1939, acudían a la fosa del páramo donde habían sido arrojados sus hijos, padres y maridos para rendirles homenaje, llorarles y dignificar su muerte, a pesar de la resistencia de la policía. Después de los años y de la perseverancia de estas mujeres, La Barranca se convirtió en un símbolo de la memoria histórica. Cada 1 de noviembre las mujeres de negro acudían a la fosa donde descansaban sin paz sus maridos para defender su duelo y soltar su silencio. Y así fueron acompañándolas sus descendientes, año tras año.
Hay frases que se guardan en la memoria como señales de alerta. Me lo recordaba el otro día una mujer octogenaria mientras charlábamos para un documental. "Que no viváis una guerra", me decía en boca de su padre. El proceso de duelo de las mujeres durante la Guerra Civil y la Dictadura franquista llamó mi atención escuchando el testimonio de la psicóloga Andrea Moreno Antolín en el documental 'El ADN de la memoria', producido por la asociación soriana 'Recuerdo y Dignidad'. Por primera vez se ponía el foco en cómo se afrontaba la pérdida de un ser querido, tras ser asesinado, y seguir viviendo en un contexto hostil y represivo, donde el miedo era la constante. No se producía una adaptación a la pérdida, se convivía con unas emociones que envenenaban el cuerpo porque no había forma de expresarlas.
Si el duelo se reprime para evitar una situación de peligro el trauma nace de raíz para convertirse en legado. Las generaciones heredan ese duelo no resuelto, envuelto en silencio, desconcierto y temor, ya que no se pone nombre a un contexto de máxima vulnerabilidad. Esto me lleva al libro de Josefina Aldecoa, 'Mujeres de negro': "A mi padre apenas lo recordaba y mi madre me hablaba poco de él. Acudí a la abuela y ella tampoco fue muy explícita.: "Tu padre era un hombre bueno y noble, por eso lo mataron". La muerte de mi pare era la causa de una congoja que yo percibía flotando entre nosotras permanentemente. Seguro que eso explicaba la tristeza y la lejanía de mi madre. También debía de ser el motivo que nos obligaba a vivir en el aislamiento, sin amigos, sin diversiones, sólo el trabajo en torno al cual giraba nuestra existencia".
Las mujeres de negro se pusieron de acuerdo para vestir de negro toda la vida para que el mundo recordara a los asesinados, para humanizarlos, para preservar la memoria, para reivindicar su dolor. Fue la manera de gestionar el duelo y de mantener intacta la dignidad. Las mujeres de negro de La Barranca representan a tantas otras mujeres que murieron en vida por salvar a los suyos, por luchar contra el olvido, por resistir hasta sudar la última gota de pena.
(*) Fotograma del documental 'Las mujeres de negro'.
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