No sé si habéis visto la serie 'Animal'. La actriz Lucía Caraballo interpreta a Uxía, una jefa empática y cercana de una tienda-boutique para mascotas que destaca porque trata con cariño y respeto a su personal. Su tono de voz es amigable y afectuoso, por lo que transmite confianza y paz. Uxía elige la ternura para dirigir a su equipo, una actitud que choca con los rasgos que se esperan de un jefe.
La dureza en el trato siempre se ha asociado a las características masculinas de liderazgo como la única manera de demostrar autoridad y respeto. La actriz explicaba en una entrevista que se puede ser jefa desde la empatía y los afectos: "No tener que ponerte directamente en una actitud más fuerte o como más agresiva para que se te tome en serio se agradece mucho. Que el respeto se te dé y no lo tengas que ganar. La bondad, la alegría, la simpatía, no me parece para nada que esté peleada con la inteligencia".
Justo lo que describe Caraballo es lo que se espera de las mujeres, por eso muchas veces se cuestionan sus capacidades para ser jefas, porque socialmente estas características vinculadas a lo emocional se penalizan, se infravaloran, como si fueran un obstáculo para dirigir equipos con eficacia. De los hombres se esperan habilidades relacionadas con lo racional, el control y la ejecución de las tareas. Sin embargo, a pesar de todas las connotaciones negativas que la rodean en el contexto laboral, la ternura es una habilidad muy valiosa que fomenta la empatía, la inclusión, la colaboración y las habilidades sociales, imprescindible para que el engranaje funcione.
La ternura tiene como desafío romper con este estereotipo, desterrando la idea de que las mujeres son "demasiado emocionales" y "blandas" para liderar. Algunas optan por reventar este pensamiento, asumiendo el rol tradicionalmente masculino con el fin de "hacerse respetar" y que las tomen en serio. Sin embargo, el sistema no acepta esta asimilación de papeles, y enseguida las tacha de mandonas y arrogantes, porque en realidad lo que se espera de ellas es otra cosa.
La ternura cuestiona patrones de liderazgo basados en la competitividad, apostando por un entorno de confianza y respeto, todo lo contrario a la cultura empresarial imperante, donde se premia la mano dura. Desde aquí reivindico la ternura porque sin duda nos hace mejores personas. La ternura no es patrimonio de las mujeres, sino de toda la humanidad. La foto que veis de mis abuelos maternos en este post es solo un reflejo de lo que es para mí la ternura. Su relación estuvo marcada por actos hermosos. Pensad en lo reconfortante que es recordar historias de ternura. Os recomiendo este ejercicio. Nos sacude.
Otro ejemplo. No sé si habéis visto la película 'El maestro que prometió el mar'. Antoni Benaiges es un maestro de un pueblo de Burgos, interpretado por el actor Enric Auquer, que durante la República aplica un método pedagógico innovador en el aula. La relación que mantiene con su alumnado es extraordinaria. La ternura atraviesa el relato. Niños y niñas abren su corazón y su mente a un mundo infinito, con una curiosidad que se entiende desde el amor y el respeto. La ternura se desborda y crece en el interior de cada criatura con el fin de convertirles en personas libres, reflexivas y críticas con la realidad. La ternura es la semilla del bien. Lamentablemente, Benaiges lo paga muy caro.
El otro día una mujer que está de baja médica me enseñaba un mensaje de apoyo de su jefa, transmitiendo calma y empatía, valorando su trabajo y mostrando preocupación sincera por su estado de salud, considerándolo una prioridad. Esta mujer agradecía su trato humano, a lo que su jefa respondía: "Mi equipo es el más humano y eso es lo que me hace más grande". No estamos acostumbrados a que nos traten con humanidad y empatía, a que valoren nuestro tiempo, nuestro contexto personal y emocional dentro de la empresa. Jefes y jefas así marcan la diferencia.
La ternura nos recuerda que somos seres finitos y vulnerables, frágiles e imperfectos, necesitados de cuidados. La ternura es un valor que debemos transmitir a niños y niñas para que como dirigentes del futuro interpreten la realidad con honestidad, compromiso y sentido de la justicia. Hay muchas personas haciendo boicot a esta forma de relacionarse porque resulta una amenaza para su sistema individualista y depredador. Por eso la ternura es revolucionaria, porque prioriza la humanidad.
En definitiva, la ternura es revolucionaria porque nos ayuda a afrontar los retos de manera serena y consciente. Como dice la canción de Zahara: "Qué más darán la belleza y la juventud, incluso el sexo, que tanto has perseguido, que has querido conservar, que tanto has protegido. Qué más dará cuando lo que de verdad te ha conmovido ha sido la ternura".

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