Nos llaman brujas


Desde niña he tenido fascinación por las brujas. Creo que proviene de la lectura de uno de los libros favoritos de mi infancia: 'La pequeña bruja'. Lo recuerdo como un texto entrañable que a lo largo de mi vida ha estado muy presente. La portada de rombos rojos con la bruja y su cuervo Ajetreo leyendo un libro de brujería han aparecido a lo largo de mi vida como una ensoñación. He cuidado de ese recuerdo como un tesoro, deseando en ocasiones parecerme a ella, con el poder de transformar las cosas, de volar en una escoba, de conversar con un pájaro, de ejercitar la brujería.

Las ilustraciones de este libro siempre me han suscitado una atracción inevitable a una época donde la inocencia se nutria de imaginación y deseos inalcanzables, como la libertad, la conexión con la naturaleza o la soledad elegida. Quería ser ella. Quería esa casa, ese bosque, esa escoba, esa autonomía. Todo lo que ella era contradecía lo que esperaban de nosotras. Así que todo se quedaba en un manual de funciones blindado por la fantasía.   

Por eso la exposición 'Brujas', de la fotógrafa Judith Prat, me conectó con este libro de la infancia, con la necesidad de conocer a las mujeres de las fotos. Enseguida lancé una cuerda que unía presente y pasado para entender todas las emociones que me evocaba 'La pequeña bruja', el mismo hilo que pespuntó Prat para visibilizar la historia de las mujeres anónimas que fueron asesinadas por romper los estereotipos ligados a su sexo y que sus verdugos llamaron brujas, para enlazarlo con las mujeres del presente que rompen con el statu quo

En las fotos de Judith Prat vemos a las mujeres que serían las brujas de ahora: maestras, científicas, matronas, agricultoras, carpinteras, artesanas, escritoras, botánicas, herreras, artistas, jubiladas. Esta exposición es un viaje a lugares donde la naturaleza y la esencia se unen para construir hogares recónditos y sabios, habitados por mujeres. "Cómo me gustaría vivir en estos mundos", comento en voz alta, mientras repaso cada foto. Observo a Añamari Vergez, a Anna Salvat, a Julia Carreras, a Sebi Hernández, a Emilia Puyuelo, a María Guash, y a otras tantas mujeres que con su sabiduría y valores protegen la tierra, los derechos humanos, la salud mental y física, el conocimiento. 

Ellas son las herederas de un relato que hoy vive en la memoria y en la investigación de Judith Prat. La autora escribe que "no son brujas, son mujeres", y a continuación explica que la "exposición sigue el hilo de la historia y elabora un mapa visual de los hechos y lugares donde se dio la caza de brujas, identificando los símbolos, tradiciones y estigmas para destruir viejos estereotipos y establecer una relación entre aquellas mujeres condenadas a la horca o a la hoguera y las mujeres que hoy habitan esos rincones". 

A través del relato de las mujeres que fotografía Judith Prat se dignifica la historia de las que fueron asesinadas, acusadas de brujería. El porqué de estas ejecuciones estriba en la necesidad de controlar nuestros cuerpos y nuestras mentes. El incipiente sistema capitalista no podía permitir que las mujeres fuéramos libres, que tuviéramos poder de decisión sobre nuestros cuerpos, por eso la misoginia era la raíz de las persecuciones. Lo explica muy bien Mona Chollet en el libro 'Brujas. ¿Estigma o la fuerza invencible de las mujeres?', donde reconoce que en la actualidad existen "otras hogueras" para someternos al sistema patriarcal y "mantenernos como eternas subordinadas". 

Para perpetrar este feminicidio había que deshumanizar a las mujeres y legitimar una fantasía. El término "bruja" concentraba todo el odio y toda la misoginia posibles para ridiculizar, humillar, estereotipar, afear y desacreditar a las mujeres que destacaban. ¿Quién las iba a creer? Si solo los hombres eran dueños del relato, una historia que ellos mismos habían creado para justificar los asesinatos, y lo más terrible, que habían legitimado.

La exposición 'Brujas' muestra de manera didáctica y rigurosa una realidad terrible, reivindicando la memoria de las mujeres que fueron víctimas de asesinatos y torturas, a través de la mirada de sus sucesoras, las mujeres que hoy defienden su legado y que viven y desarrollan su actividad en el mismo territorio donde fueron ajusticiadas "a las que decían brujas". 


Judith Prat, además de la muestra fotográfica, ha producido 'Decían que era bruja', un documental que está proyectándose en diferentes festivales cinematográficos. Su ponencia en el Festival de Fotografía On Photo, a la que tuve el placer de asistir, fue reveladora. Algunas de sus frases me removieron: "Ellas eran luz a pesar de la oscuridad",  "no va de leyendas, va de asesinatos" o "que no caigan en el olvido". 

A día de hoy todavía persiste todo un imaginario colectivo en torno a esta figura fantasiosa que tenemos la misión de erradicar, porque no es más que una trampa misógina. La literatura, el cine, los medios de comunicación y hasta los insultos forman parte de una estructura simbólica que deriva en la deshumanización de las mujeres, por eso nos llaman brujas


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