Este diciembre se han cumplido 20 años del asesinato de Rosario Endrinal, una mujer sin hogar, quemada por 3 jóvenes mientras dormía en un cajero en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi de Barcelona. Me ha saltado el caso en redes sociales e inmediatamente me he puesto a investigar. He escuchado su historia en el podcast Rosario Endrinal: la crueldad de la aporofobia y me he roto.
He pensando en todas las mujeres invisibles que duermen en las calles, expuestas a todo tipo de riesgos, que se protegen en rincones, que a veces caen en albergues -acechadas por la violencia sexual-, y que como cuentan Puri y Ana a un diario digital, viven muertas de miedo y se ven "obligadas a emparejarse para que no las violen", por pura supervivencia.
La invisibilidad se convierte en un poder muy frágil, tan deseado como odiado. Una condición que da una falsa sensación de paz y seguridad, y que a la vez deshumaniza. Lo peor que le puede pasar a un ser humano es que para los ojos de los demás deje de serlo, que el resto de personas instrumentalicen su cuerpo, que vean cómo se evapora su alma sin experimentar ni un ápice de compasión. Sin embargo, el sinhogarismo y las consecuencias de esta invisibilidad es fundamental analizarlo desde la perspectiva de género.
De este vacío provocado por la deshumanización trata la investigación con perspectiva de género de Cáritas "Un trabajo, una habitación y un gato. Las mujeres en situación de sin hogar en España atendidas por Cáritas", un extenso documento de análisis y propuestas de mejora con el objetivo de "generar claves que ayuden a la intervención social". En el estudio también se pone el foco en la baja visibilidad de la problemática de las mujeres sin hogar, debido a la dificultad de su cuantificación, ya que las mujeres "tienden a agotar todos los recursos antes de llegar a la situación de calle precisamente por los riesgos que ésta entraña por el hecho de ser mujer" y por tanto desarrollan "estrategias diferentes a sus compañeros que les permiten retrasar o evitar espacios percibidos como especialmente hostiles por el grado de vulnerabilidad al que se exponen, como son la calle o determinados albergues de acogida donde se alojan mayoritariamente hombres".
En esto también coincide la ONG "Hogar Sí". Desde la organización presentan datos muy reveladores al respecto: "El sinhogarismo femenino invisible apela a aquellas situaciones, normalmente de sumisión, en las que las mujeres conviven en viviendas y situaciones indeseadas antes de quedarse en la calle. Los datos recogen que las mujeres solo representan un 23% del total de las personas en situación de sinhogarismo, pero, estas situaciones indeseadas antes citadas no son medibles". El testimonio de Concepción, de 51 años, que lleva 10 años viviendo en la calle pone rostro a esta realidad oculta: "En la calle por ser mujer te tratan como a una basura. Muchas mujeres viven con agresores por no dormir en la calle".
Las mujeres que han sufrido violencia de género y las mujeres migrantes son las más vulnerables. No os podéis perder el testimonio de Nicole Ndongala, directora de la asociación Karibu, en el reportaje "Mujeres sin hogar: las más invisibles" del programa Objetivo Igualdad de RTVE. En este mismo espacio, una experta de la Fundación Luz Casanova reconoce que "muchas vienen de situaciones de violencia de género o intrafamiliar o han sufrido abusos sexuales y a veces esa es la causa de que estén sin hogar".
En cuanto a los recursos, es necesario que sean específicos para mujeres con el fin de proporcionar una adecuada intervención. La Casa de Mujeres que abrió en 2020 Fundación Luz Casanova en Collado Mediano (Madrid) es un recurso residencial que proporciona seguridad, intimidad y atención integral. Sin embargo, desde la ONG "Hogar Sí" creen posible erradicar el sinhogarismo, poniendo el foco en el acceso a la vivienda y en la implementación de apoyos. (Ver reportaje)
La historia de la ilustradora Mina Feirrer es tan inspiradora y emocionante que la comparto como símbolo de esperanza, humanidad y dignidad. Os dejo en este enlace una entrevista donde cuenta su relato de vida. A través de la ilustración, Feirrer encuentra la chispa para expresar y denunciar una situación insoportable. Huyó de la violencia machista y se refugió, junto a su hijo, en un edificio ocupado con otras 20 familias del que fueron desalojados. Todo esto lo cuenta en su primera novela gráfica 'El desalojo'. El dibujo fue su catalizador, su revulsivo, su salvación. Mina Feirrer, a través de sus ilustraciones, pone rostro y nombre a las mujeres invisibles, humaniza su cotidianiedad y dignifica sus vidas. Porque como canta Valeria Castro: "Hay tanta gente / Hay tantas vidas / Hay miles de valientes / Con sus propias heridas / Y hay ganas de un futuro en el que el cielo no esté oscuro".
(*) Ilustración de Mina Feirrer, autora de la novela gráfica 'El desalojo'.

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