La abuela Martina


La abuelita Martina llegó a la Fundación Santuario Gaia desde Galicia en respuesta a la llamada de socorro de una mujer, víctima de violencia machista. Tuvo que huir de su casa para salvar su vida, pero dejó allí a su burrita. Desde Fundación Gaia explican en sus redes sociales que "asustada y triste, esta mujer contactó con Ismael López Dobarganes, uno de los fundadores del Santuario, para que le ayudara con Martina porque la tuvo que dejar con el maltratador". No dudaron ni un segundo en ofrecerle ayuda. 

"Han sido unas semanas de mucho sufrimiento pensando en lo que le podía pasar a Martina, pero por fin llegó al Santuario esta abuelita de 40 años", reconocen, y se muestran sorprendidos de lo rápido que se adaptó Martina a su nuevo hogar.

La humana de Martina formaría parte del 30% de mujeres que sufren violencia machista con animales de compañía a su cargo, una cifra que se desprende del programa de apoyo a víctimas de violencia machista con animales de compañía #VIOPET, impulsado por la Dirección General de Derechos de los Animales, y que indica la dificultad de las víctimas para salir del domicilio, y el uso de los recursos de acogida. 

Me pongo en su piel y pienso en mis gatos Frida y León, pienso en cómo podría ser capaz de prescindir de una parte de mi vida, de mi familia, en cómo iba a permitir que el maltratador les hiciera daño para dañarme a mí, utilizarles como arma para herirme, para herirles. Me pongo en su piel y pienso en mi entorno salvador, en quién podría acogerles en su casa tras mi huida. Cuánto dolor multiplicado por mil llevaría conmigo: salvar mi vida, dejando parte de ella, fraccionar la vida en pedazos y abandonar algunos sin querer, qué paradoja más cruel. 

Los animales también son víctimas de la violencia patriarcal. Nos lo recuerda la ecofeminista Alicia Puleo al citar en su obra a las sufragistas como pioneras del ecofeminismo al "considerar a mujeres y animales como víctimas de la violencia patriarcal" o a Mary Wollstonecraft en su Vindicación de los derechos de la Mujer, a finales del siglo XVIII, cuando afirmaba "que los niños que se divertían atormentando a algún pobre animal se convertirían más tarde en adultos que ejercían tiranía doméstica sobre esposas, hijos y servidores". Muchos maltratadores lastiman o matan a los animales de compañía de sus parejas, "buscando quitarle sus apoyos emocionales". 

Frida, León y yo nos entendemos mirándonos, observándonos, mimándonos, acariciándonos, es un amor tierno y respetuoso, sin prejuicios, un acompañamiento sereno. Los animales llegan a lugares imposibles para el ser humano. Su sensibilidad, intuición y amor incondicional me mantienen, son mi resistencia. Nos cuidamos y protegemos mutuamente. Son mi familia. 

Frida busca mi cara, me lame, me da pequeños cabezazos, son gestos para recordarme que está ahí, que me quiere, que confía en mí (y yo en ella). León suele acostarse en mi regazo o sobre mi pecho en la cama. Se calma en mis brazos. A mí me da paz. Me persiguen por toda la casa para comprobar que todo va bien. Son mi sombra sin serlo, mis compañeros limpios y ordenados, capaces de ver en la oscuridad y de obsequiarme con piezas de incalculable valor, según su instinto.

La conexión que tenemos las mujeres con los animales es de complicidad, de entendimiento, es como si las palabras fueran lo de menos, la comunicación es tan intuitiva que roza lo salvaje, quizás porque, según el sistema patriarcal, formamos parte del mismo conjunto, el de la cosificación. Como dice Puleo, "con el amor y el cuidado hacia los animales, numerosas mujeres desafían el orden patriarcal androantropocéntrico". Os recomiendo la lectura del capítulo 4, "Los animales, nuestros compañeros de viaje", de su libro "Claves ecofeministas". 

No es casualidad que las mujeres encabecen mayoritariamente el activismo animalista: "Las pequeñas e ignoradas vidas de muchos animales desamparados siguen latiendo gracias a miles de mujeres en el mundo que generosamente les dedican su tiempo y su energía. Pero como todo lo que se percibe como femenino es considerado poco relevante, este voluntariado ha sido considerado como una simple cuestión de gusto o capricho y se le ha negado el rango de justicia", explica Puleo, y reconoce que las protectoras de animales funcionan principalmente por el trabajo de las voluntarias, cuya presencia es superior a la de los hombres. 

Después de esta reflexión no puedo evitar acordarme de Noelia y de su gran labor en la protectora, de cómo ha adoptado a los perros más delicados y especiales, de cómo acude cada día a revisar las colonias de gatos. Me acuerdo de las mujeres que paseamos perros, y del día en que me di cuenta de que somos mayoría. 

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